vinos malandrín

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malandrines y bobos

no todo está perdido

Como prefacio, solo decir que aquí nadie va a encontrar los populares cuentos del vino, no, aquí no los hay, ni sobre polifenoles, ni taninos, no se habla de vendimias en compañía de las polillas, ni de hoteles para insectos y mucho menos sobre el origen de la madera o porcentajes.

Aquí el cuento va de otras cosas, de personas y vino, de la filosofía con la que creamos el vino, y por supuesto de los vinos que creamos, para que sean joyas únicas y diferentes. Son los cuentos que cuentan algo, los cuentos del vino.

Empezamos.

Corría el año 2011 cuando decidí comenzar un proyecto propio en el mundo del vino, entonces, ya había acumulado algo de experiencia como elaborador y bastante más como consumidor de vinos.

En ese momento creía, que el monocromático mundo del vino, en el que vivimos, necesitaba de alguna nota de color que lo hiciera más interesante, y pensé que quizás podría contribuir a ello. Hoy, ya he aportado mis pinceladas de color en forma de vino.

Todo había comenzado tiempo atrás, cuando me enamoré del trinomio tierra-planta-vino. Así que pasé unos cuantos años de mi vida como estudiante en la Universidad, con el noble fin de enriquecer mi mente con estos saberes, de allí me llevé varios títulos y magros conocimientos.

Al terminar, tuve la gran fortuna de encontrarme con personas valientes, casi diría que imprudentes, que confiaron en mí para elaborar sus vinos y dirigir sus proyectos, algunos grandes y otros más pequeños, y así comenzó mi andadura profesional por diferentes zonas como Cigales, La Mancha, Ribera del Duero, Toro, Tierra de León, Tierra del Vino de Zamora, Arribes del Duero y Sierra de Salamanca.

Pero, lo que de verdad catapultó el proyecto, fueron las vendimias que  hice en California y en Austria, las cuales ratificaron mi idea de que elaborar otros vinos, especialmente blancos, no solo era posible sino necesario. Había esperanza, no todo estaba perdido.

Ya solo faltaba el nombre, "Vinos Malandrín", en recuerdo a aquellas correrías que de chavales realizábamos en viñas y huertas del pueblo, en las cuales como malandrines nos comportábamos y por tal nombre nos llamaban.

Desde el principio, nuestra filosofía de trabajo es concebir el vino como una mezcla entre uva, arte y oficio, y al igual que ocurre con otros oficios artísticos (moda, cocina, pintura, música,...) el factor humano, conocimiento y creatividad, es el elemento diferenciador de nuestros vinos.

Con este enfoque, queremos volver a los auténticos vinos del Duero, vinos de bodega y no de fábrica, lo que supone la ruptura con la visión clásica y monopólica del mundo del vino actual, en resumen, elaborar vinos de la zona y únicos.

En nuestros procesos de creación del vino no hay límites previos, la creatividad es lo que marca la diferencia, y conseguimos, con las mismas uvas, vinos totalmente diferentes entre ellos y por supuesto a los de los vecinos.

Ahora, los años han hecho que el proyecto haya crecido y madurado, pero siempre bajo el lema de "siempre mejores vinos" y sin perder la creatividad y originalidad que fue el detonante de todo, y sobre todo guardando sorpresas de cara al futuro.

"Donde no hay vino no hay amor" 
 Eurípides

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